jueves, 2 de mayo de 2013

La grasa



El almuerzo lo atrapa en la cabecera de la mesa, mientras espera que la pava se ponga a punto para tomarse esos mates, ya ah remojado la yerba porque tampoco es cuestión de quemarla, y mientras espera, observa la hornalla en la que la pava empieza a desprender vapor por su pico, muy pronto estará lista, entre tanto, con esa vista entrecortada de platos que van, tenedores y vasos que vienen, el piensa, ¡seguro que está pensando!, puesto que sus ojos parecen crepitar y su rostro se ha quedado perplejo, ¡dale pava de mierda!, consecuentemente de que el resto de los comensales, empieza a arribar a la cita, como de costumbre, en medio de un amenzante bullicio de tensión y afán de gresca, estos son como los perros, llega la comida y comienzan a ladrar,  seguro que ha pensado eso al verlos, porque una chispa de hastío se le refleja en sus pupilas, ¡Dios mío, que lejos que están unos de otros!, y no es para menos, ya que la paz se acaba de quebrar en apenas segundos, con el primer lío entre la abuela que dice que no haces nada, y la nieta que replica con un dejame de joder, mientras la abuela contraataca con un pone los platos al menos en lugar de pelotudear, si los platos ya están puestos, y la nieta que responde con que los platos ya están puestos, ¡qué mierda voy a poner!, ¿o sos ciega?, y... casi,  entonces alguien grita que viene la comida, <<llamen a... (fulano)>>, que te podés de dejar de hinchar un poco, ¡qué claro, que me olvidé que vos no sos sirvienta de nadie!, y dale que va, esta vieja está loca del todo, bueno... todos bah... que yo si los sirvo y los llamo y todo lo que haya que hacer, uf, que deja que voy yo, que no, que voy yo, que andá al carajo y dejate de joder de una vez por todas, que... ¡ah... llegaste!, ¿Que llegué?, ¡Que menos mal que lo hice porque sino me quedo sin comer!, que no seas mentiroso que nunca te quedaste sin comer, ¿qué no?, que bueno, que si lo hiciste fue porque quisiste... ¡que andá a la mierda, querés!, ¡Dame ese tenedor que es mío!, que tomá, metételo en el culo, viven para comer y pelear, que que... ¿no comes ahora?, y él les dice que mejor toma mate, y piensa, ¡seguro que está pensando!, pensar que con esta agüita se mantienen los genios en este país, ¡ay Argentina, quién me mandó a ser escritor en este bendito país!,  que está bien, hace lo que quieras, no, si voy a hacer lo que vos, que ¡che!, (exclamación lógica), alguien lleno de más el plato y la consiguiente recriminación de otro se vuelve general, que si deje un montón en la fuente, que pero no te das cuenta que falta venir... (sultana ) todavía, que ¡claro, y... (menganito) que todavía está afuera, (ahora el sector opuesto a la reyerta), que el que sabe que está la comida y no viene, que se joda, que se joda, claro, muy fácil, (la abuela, quién sino), que porque no comen en paz, que váyanse a... (y claro, plato arrojado al centro de la mesa, que termina por desparramar el estofado sobre la mesa), ¿que cuernos hago yo acá?, la mierda... (portazo y un segundo de silencio), glu glu glu... ¡tragá algo!, y... está pensando otra vez, ¡seguro!, no piensan por un segundo lo que pasa en el país con tantos pibes que se mueren de hambre, no, engullen nomás y camorrean un poco, no se como pueden comer esa devoción, con las cosas que están pasando, sin embargo, ahora sus ojos ya no advierten la escena fatal que se desarrolla frente a él, (fatal, ¿son los tangos o su vida?), que alcanzame el pan, que no tires maleducada, (adivinen quién), y es que él ya reconoce esta escena, por eso la suprime, es siempre la misma, repetida hasta el hartazgo, y piensa, seguro que está pensando, (¡sí, adivinaron!, ¡la abuela!), que... vistes que el vecino... ¡que callate!, que ese hijo de p... que ¿por qué hijo de p...?, que ya lo estás defendiendo, que... pero que te metes en la vida de los demás, que clarooo... me olvidé que vos no hablas con chusmas, (sí, la abuela, veo que van entendiendo), están todos locos, todos locos, piensa, seguro, y se pone de pie ahora sin mirar lo que pasa a su alrededor, y es que lo han aburrido, igual que a mí, bueno, estos aburren a cualquiera, hasta el más mentado, toma un pedazo de carne de la fuente y sale hacia el patio, bueno, que se vayan al diablo ahora, que me está llamando desde allá, piensa mucho, tal vez es malo pensar tanto en un lugar como este, pero el no es malo, es macanudo, y siempre se acuerda de mí, y además, detesta como yo a esta jauría de perros, ¿y como para no hacerlo!, ahora me está arrojando la carne, con él, señor, ser un gato tiene sus privilegios, ¡gracias che!, así es como a mí me gusta la carne, sin grasa...








La dueña de mi desdicha



Aunque la noche pase / 
y  yo te tenga  /  y no.
Mario Benedetti.

Bien pudo ser que todo resultara distinto. Bien pudo pero no fue así. Entonces vos te mareas pensando en lo lindo que hubiera sido, si aquella mujer se hubiese limitado a devolverte un cortés, y en primera instancia. Hum... y suspirás. ¿Por qué no pudo ser como yo lo había planeado?. Aunque ya sabemos que todo lamento es vano. Sobre todo, cuando el día comienza a hacer malabarismos, entre su final y una agria tormenta que avanza desde el Este,  disolviendo así, toda esperanza. Como tus sueños también. Y es ahí, cuando te das cuenta que la noche se te está viniendo encima una vez más. Así es: El esmerilado mantel de oscuridades perpetuas, se está desenrollando y más pronto que tarde, como siempre ha sido, habrá cubierto todo el cielo por completo. Y las decepciones siempre son más feas de noche. Pero no importa. El mundo ha de continuar igual su rumbo... No estará este, supeditado a los deseos de una mujer pretenciosa, con aires de princesa que nunca será.  Y ya estás caminando serio. Tu rictus se ha endurecido al pensar en esa mujer, y tus ojos parecen crepitar en la introspección.  Ni te acordás que minutos antes, has encendido un cigarrillo que aun no has pitado ni una sola vez. Lo estás dejando consumir entre tus dedos y casi ni importa que este sea de una marquilla importada, que ese descuido concluya siendo un tanto oneroso. No, no importa. Más se perdió en la guerra. ¿Estuviste en guerra con esa mujer?. Tampoco te resulta  importante definir ahora. Y es que es tan fina la línea que divide al amor del odio, que en estos tiempos de inflación  y bolsillos flacos, un cigarrillo, la guerra, esa mujer, no dejan de ser, dos caras de  de una misma moneda: La insignificancia materializada. Después de todo, ¿quién sabe cuál es el lado de la ficha que uno arroja sobre el paño, y que te conduce al amor o al odio, cuando la bolilla se echa a andar y el tomador, frena todo tipo de rectificación con su sarcástico no va más, y la maldita bolilla de marfil, se detiene en la casilla de la indiferencia. Se acabó, compañero. Uno se termina jodiendo cuando ciertos indicios aparecen a modo de preludio. Y además, cualquier perdedor sabe que ha perdido de pleno a medio y adorno incluido , cuando la suerte esquiva nuestras propuestas y encima de todo, se va sonriente del brazo de nuestro adversario. ¡Qué va!, Solo te faltan dos cuadras y tus viejos zapatos te han de devolver a tu actual morada.
A otra cosa, como decía Don Alfredo, que algunas cosas son olvidos y otras son cosas nomás... Sin embargo, si hubiese dicho que sí. ¡Ay Dios!, Esa mujer, esa maldita mujer. Era solo un monosílabo. ¡Tan simple decir sí, como decir no!, pero dijo no. Y a no confudirse, porque ese no, no era un no cualquiera. No, era el significante de un significado que rezaba algo como despídete de tus sueños, ahora que estás bien jodido.  ¡Esa maldita mujer!. Todos tus sueños rotos en mil pedazos. Todos al cesto de basura. A donde van las cosas que no tienen sentido. ¿Era para tanto?. Oh... sí, lo era. Porque aquí debiéramos tener en cuenta el aspecto cronológico de la historia. Una pasión que tenía sus orígenes en la infancia. En aquel barrio donde el vino a nacer bajo la calurosa luna de Escorpio. Y la cosa era para tanto. Puesto que creció junto a ella, por decirlo de algún modo. La contempló horas, días y años enteros. Siempre con la misma obnubilación. Como quién ha visto a la virgen bajar del cielo. (¡Nano!). ¡Todo el tiempo que pasé esperando este momento...!. Todos los lamentos son vanos. Ah... el temporalizado humano. Y, el tiempo en definitiva, les pasó a los dos por igual, pero a vos, se te notaba mucho más. Esas canas. Ella, en cambio, parecía lucir un tanto más impertérrita frente a Cronos. Aunque admitamos, que lo que él consiguió además de blanquearte las sienes, fue acrecentarte tu amor ella. Cada día que de tu vida transcurría, era más y más fuerte la pasión. ¡Tanto, que la terminó por convertir en la sucesión cíclica de soles y de lunas, en la dueña de tu dicha personal. ¡Si no me quedo con ella, nunca seré feliz!.
Pero mirá como son las cosas, eh. Fijate en que vino a terminar todo. Y te parece un mal sueño. Desearías que todo fuera un mal sueño. No obstante, bien sabes que no es así. Y qué le vamos a hacer. A veces sucede. ¿Y qué podemos hacer entonces?. ¡Oh l'amour!.  Pero no dejas de sentirte un imbécil. Sobre todo cuando descubrís que un par de lágrimas calientes ruedan por tus mejillas frías. ¡Qué bobo!. Siempre es así el amor. Si no lo fuera no tendría mucho sentido. Y estás llegando a tu morada, y también a una nueva decepción, y ya van... Y te mandás a tu habitación y comenzás a quitarte la ropa. Y recordás pasajes de tu niñez, cuando ibas a jugar en su jardín, para tenerla cerquita, y mirarla con devoción. ¡Tanto juntar dinero, tanto trabajar duro por días y noche, todo para quedarme con ella y tenerla como corresponde, ¿y qué?. Nada, esa maldita mujer dijo que no!.
Te parece un chiste, porque hasta ayer mismo, todo parecía distinto. ¡Sí señor!. En sus ojos se lo veía así. Por eso mismo fue que hoy saliste de tu actual morad, todo arregladito, perfumadito, orgulloso y vencedor, a la espera de la respuesta de aquella que presumías fuera un simple sí. Sabías que iba a haber, seguramente un interludio, charla sobre algunas banalidades  pero que finalmente todo era para romper el hielo y que finalmente llegara la aceptación que coronaría todos tus sueños.
Pero dijo que no. Que no y que no y que no. Entonces quisiste insultarla, sí señor. Tuviste deseos de aplicarle un golpe sobre la nariz. No se puede jugar así con los sueños de la gente. Pero agachaste la mirada, para quitarla de tus retinas, guardaste las manos en los bolsillos para no cometer un atropello, que hubiese sido imperdonable para vos, porque un caballero no debe golpear a una dama, ni con el pétalo de una rosa. Los golpes solo sellan una frustración. 
¿Y ese no, no era acaso una frustración para vos?. Sí, pero igualmente no, había que guardar la compostura en todos los casos, y los zapatos bien lustrados.  Entonces  diste media vuelta, apretaste los dientes para no llorar y te largaste a tu actual morada. Todo hace apenas unos minutos.  Tan pocos minutos, que todavía rondan en tu cabeza febricienta, las palabras de aquella maldita mujer:

<<No señor mío, la casa no está en venta, ¡ni por todo el oro del mundo!.>>